Con
frecuencia oímos y decimos que la casualidad no existe, que no hay casualidades
sino “causalidades”. También estamos de acuerdo con la segunda de las Preguntas
Básicas de la Medicina del Alma, que nosotros somos los artífices, los creadores
de nuestra vida, de nuestras propias experiencias, que no somos víctimas de
ellas y, pese a ello, a mucho les cuesta aceptar estos hechos para uno de los
aspectos más importantes, si no el más, de nuestra vida: el hecho de nacer.
En
efecto, casi todos estamos convencidos que nuestra llegada a este mundo es algo
debido al azar, que podríamos haber nacido otro día, en otro lugar e incluso en
otra familia y, según ello en este momento crucial seríamos víctimas o, en el
mejor de los casos, espectadores impotentes de todo ello. En mi opinión opinar
así es poco coherente. Las preguntas, sobre todo las básicas, no tienen dobles
respuestas dependiendo del momento o del interés. O somos siempre actores y
directores de nuestras vidas, de nuestras experiencias, o no lo somos nunca. Y
si lo somos, es desde el primer instante, desde el primer momento de ellas,
desde el momento de nuestro nacimiento.
Nosotros
hemos escogido donde y cuando nacer, en que país, en el seno de que familia y
en que instante preciso lo hemos hecho. A partir de aquí, si entendemos esto,
si lo aceptamos, tendremos que recordar la respuesta a la primera pregunta
básica: el Universo, la Vida, siempre nos es favorable, siempre nos apoya, es
decir, que hemos escogido nacer en el mejor lugar, en la mejor familia para nosotros
y el instante preciso.
Se que
ante esta afirmación muchos cuestionarán o preguntaran por aquellos niños
nacidos en el seno de familias pobres, desestructuradas, maltratadoras… o por
aquellos que lo han hecho en países con grandes hambrunas o guerras, y diréis
que eso es imposible, que nadie escogería unas circunstancias semejantes para
su llegada a este mundo, que ellos son víctimas, juguetes del destino, hojas
movidas al azar por el viento.
Ante
esto tan solo recordar que todos hemos nacido con una finalidad, con un
Propósito de Vida y que no podemos conocer el de esas personas, el de todo el
mundo. Si pudiéramos tendríamos respuesta para casi todo lo que más arriba se
cuestionaba, pero lo imparte es, sobre todo, tener en cuenta eso que todos
hemos venido aquí para algo, con un fin concreto y lo que es mejor, que todos
vamos a tener éxito, que todos vamos a lograrlo en esta vida.
Para
ello todos venimos dotados con una serie de dones, que podríamos definir como
aquellas cualidades que manifestamos con naturalidad, aquello “para lo que
somos buenos”. A veces podemos tener dificultad para notarlos, para percibirlos
porque son cosas que hacemos fácilmente, que “nos salen solas”, sin darnos
cuenta o sin darle importancia.
También para
lograr ese éxito vamos que tener que superar una serie de desafíos que vendrían
a ser como las piedras que encontramos
en nuestro camino. En ocasiones podríamos tener la impresión de que están ahí
para molestarnos, para hacernos mas difícil avanzar o para hacernos sufrir,
pero si nos fijamos con atención veremos como la superación de esos desafíos
nos hacen acumular experiencia, habilidad y fuerza y que si a ello le
añadimos el toque mágico de la
aceptación el desafío se transforma en un don, las piedras se transforman en
diamantes.
La
medicina del alma dice que vivir con un Universo que siempre nos favorece es
tan fácil como navegar poniendo la vela al viento y también habéis leído con
anterioridad que todos vamos a triunfar, que todos vamos a recorrer el camino
que decidimos al nacer, pero lo que si es cierto es que esa travesía podemos
hacerla de dos formas distintas, de cara o de espaldas. Podemos decidir hacerlos
de espaldas, a ciegas, golpeándonos con todo o saber hacia donde vamos, con que
contamos y que dificultades vamos a tener que sortear.
Si escogemos esta segunda opción, caminar con el “plano”, con los ojos bien abiertos, os ofrezco la brújula de la Numerología del Alma. Con ella podremos conocer tanto nuestro propósito de vida como nuestros dones y desafíos así como lo que nos ofrece cada año en concreto que nos toca vivir, lo que vamos a encontrarnos en ellos y los recursos con los que vamos a contar. Podremos ser los “profetas”, los “videntes” de nuestras vidas.
Por Luís Hernández