27 de diciembre de 2012

Escogiendo nacer. Dones y desafíos

Con frecuencia oímos y decimos que la casualidad no existe, que no hay casualidades sino “causalidades”. También estamos de acuerdo con la segunda de las Preguntas Básicas de la Medicina del Alma, que nosotros somos los artífices, los creadores de nuestra vida, de nuestras propias experiencias, que no somos víctimas de ellas y, pese a ello, a mucho les cuesta aceptar estos hechos para uno de los aspectos más importantes, si no el más, de nuestra vida: el hecho de nacer.
En efecto, casi todos estamos convencidos que nuestra llegada a este mundo es algo debido al azar, que podríamos haber nacido otro día, en otro lugar e incluso en otra familia y, según ello en este momento crucial seríamos víctimas o, en el mejor de los casos, espectadores impotentes de todo ello. En mi opinión opinar así es poco coherente. Las preguntas, sobre todo las básicas, no tienen dobles respuestas dependiendo del momento o del interés. O somos siempre actores y directores de nuestras vidas, de nuestras experiencias, o no lo somos nunca. Y si lo somos, es desde el primer instante, desde el primer momento de ellas, desde el momento de nuestro nacimiento.
Nosotros hemos escogido donde y cuando nacer, en que país, en el seno de que familia y en que instante preciso lo hemos hecho. A partir de aquí, si entendemos esto, si lo aceptamos, tendremos que recordar la respuesta a la primera pregunta básica: el Universo, la Vida, siempre nos es favorable, siempre nos apoya, es decir, que hemos escogido nacer en el mejor lugar, en la mejor familia para nosotros y el instante preciso.

Se que ante esta afirmación muchos cuestionarán o preguntaran por aquellos niños nacidos en el seno de familias pobres, desestructuradas, maltratadoras… o por aquellos que lo han hecho en países con grandes hambrunas o guerras, y diréis que eso es imposible, que nadie escogería unas circunstancias semejantes para su llegada a este mundo, que ellos son víctimas, juguetes del destino, hojas movidas al azar por el viento.
Ante esto tan solo recordar que todos hemos nacido con una finalidad, con un Propósito de Vida y que no podemos conocer el de esas personas, el de todo el mundo. Si pudiéramos tendríamos respuesta para casi todo lo que más arriba se cuestionaba, pero lo imparte es, sobre todo, tener en cuenta eso que todos hemos venido aquí para algo, con un fin concreto y lo que es mejor, que todos vamos a tener éxito, que todos vamos a lograrlo en esta vida.
Para ello todos venimos dotados con una serie de dones, que podríamos definir como aquellas cualidades que manifestamos con naturalidad, aquello “para lo que somos buenos”. A veces podemos tener dificultad para notarlos, para percibirlos porque son cosas que hacemos fácilmente, que “nos salen solas”, sin darnos cuenta o sin darle importancia.
También para lograr ese éxito vamos que tener que superar una serie de desafíos que vendrían a ser como las piedras  que encontramos en nuestro camino. En ocasiones podríamos tener la impresión de que están ahí para molestarnos, para hacernos mas difícil avanzar o para hacernos sufrir, pero si nos fijamos con atención veremos como la superación de esos desafíos nos hacen acumular experiencia, habilidad y fuerza y que si a ello le añadimos  el toque mágico de la aceptación el desafío se transforma en un don, las piedras se transforman en diamantes.
La medicina del alma dice que vivir con un Universo que siempre nos favorece es tan fácil como navegar poniendo la vela al viento y también habéis leído con anterioridad que todos vamos a triunfar, que todos vamos a recorrer el camino que decidimos al nacer, pero lo que si es cierto es que esa travesía podemos hacerla de dos formas distintas, de cara o de espaldas. Podemos decidir hacerlos de espaldas, a ciegas, golpeándonos con todo o saber hacia donde vamos, con que contamos y que dificultades vamos a tener que sortear.

Si escogemos esta segunda opción, caminar con el “plano”, con los ojos bien abiertos, os ofrezco la brújula de la Numerología del Alma. Con ella podremos conocer tanto nuestro propósito de vida como nuestros dones y desafíos así como lo que nos ofrece cada año en concreto que nos toca vivir, lo que vamos a encontrarnos en ellos y los recursos con los que vamos a contar. Podremos ser los “profetas”, los “videntes” de nuestras vidas.

Por Luís Hernández

 

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