10 de octubre de 2012

EL DOLOR y nuestra relación con él

Sabemos que la Vida nos habla constantemente, de múltiples formas y maneras y que uno de los medios que utiliza para hacerlo, para relacionarse con nosotros, es a través del cuerpo, utilizando su idioma, y que, en una de sus formas, encontramos el dolor.

Sabemos también que el dolor se relaciona con el volumen que está empleando la Vida para comunicarse con nosotros, así como que la intención de comunicación interior es positiva y protectora, aunque los síntomas nos sean incómodos, por lo que intentaremos pararlos, pero, sin olvidar, que el dolor estaba ahí para decirnos algo.

Y sabemos también que en muchas ocasiones tendemos a olvidarnos de todo lo que sabemos y tendemos a dar importancia no al mensaje sino al mensajero. Nos fijamos tan solo en el dolor, queremos que se marche, volver a nuestro estado de comodidad, de bienestar, de ¿sordera? pero sin cambiar en nada, sin modificar ni nuestras ideas, ni nuestras acciones ni nuestra relación con nosotros mismos y con la vida. Deseamos, que dejen de avisarnos, que la Vida no sea tan “pesada”, al igual que hacíamos con nuestros padres cuando no dejaban de avisarnos cuando había algo que no hacíamos bien, o que, simplemente no realizábamos. Pero la Vida, al igual que nuestros padres, nos quiere demasiado como para callar y dejarnos hacer y, al igual que ellos, cada vez nos va a hablar más alto, hasta llegar a los gritos, a los chillos, mientras nosotros seguimos “jugando” y lo único que queremos es que nos dejen en paz.

Pero, por otra parte, a nuestro ego ese dolor le gusta, es algo de lo que se puede presumir, que se puede utilizar en nuestro provecho y que, por lo tanto, hay que cuidar y alimentar, y así lo hacemos: continuamente pensamos, nos preocupamos, hablamos, llamamos la atención sobre él y, así, cada vez nos apegamos más a él y hacemos imposible que se marche de nosotros, que nos abandone. Nos encanta oír el dolor, aunque en muchas ocasiones no estemos dispuestos a escucharlo. Hablamos siempre del regalo que supone pero, desagradecidos e ingratos, ni lo queremos ni aceptamos, es más, al recibirlo, no hacemos más que lamentarnos, pues eso sí, el ego no perderá ocasión de hacer saber al mundo lo pobrecitos que somos, lo malitos que estamos, y lo poquito que nos quejamos.

La Medicina del Alma da un nuevo sentido al dolor, su exploración nos permite detectar resistencias y mensajes, es una forma que emplea la vida para comunicarse con nosotros.
El dolor se utiliza también como excusa para no hacer.

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